El lienzo de El final de la jornada de Ozias Leduc está casi completamente cubierto por un muro de roca. Monumental e intimidante, la pared del cañón se interrumpe únicamente por una escalera larga y angosta que atraviesa la imagen. Interesado en dotar al paisaje de espiritualidad, Leduc retrata, tanto en términos literales como metafóricos, el esfuerzo de la raza humana por involucrarse con la naturaleza y ejercer control sobre ella.