El arado de Anne Savage captura los rítmicos surcos del campo y hace una comparación compositiva de las curvas de las colinas labradas y la curva del arado en sí. Al echar por tierra la distinción entre la tierra y la herramienta, Savage revela su entendimiento de la rica historia agrícola de su provincia natal de Quebec. Como composición modernista, El arado equipara la evolución de las prácticas agrícolas con una evolución de la estética y traza transformaciones no solo en el paisaje, sino también en la pintura como praxis.