El paisajista uruguayo más destacado de principios del siglo XX, José Cúneo Perinetti, fue un pionero en su tratamiento de la campiña. Visto desde antaño en el ámbito del arte de Montevideo como un dominio caótico y primitivo, Cúneo trajo el paisaje rural a la conversación intelectual nacional y posicionó la tierra misma como eje de la identidad uruguaya moderna. En La cañada, Cúneo retrata la luz de la luna que cae sobre un paisaje nocturno, un antecedente temprano de la serie de vistas nocturnas que a la postre le darían renombre. La pintura, una exploración melancólica del paisaje sin ningún rastro de participación humana, está cargada con el sentimiento de pérdida por esos entornos intactos, si bien también se ve animada por el potencial del movimiento hacia adelante de la corriente y la posibilidad de lo que los rayos de luna podrían revelar.