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Durante el siglo XIX, los artistas viajaron por el continente americano y transformaron sus puntos de vista sobre esta tierra en imágenes de paisajes idealizados, al tiempo que proyectaron las esperanzas y los valores de los colonizadores europeos en los territorios recién ocupados. Respondieron a las diferentes topografías del hemisferio y crearon imágenes que habrían de representar las distintas regiones.
Estas obras se volvieron icónicas a medida que circularon por el continente americano, la Gran Bretaña y Europa como parte de giras populares o en forma de reproducciones. El sentido de asombro y apertura que capturaron animaron a la colonización e inversión en el continente americano. Estas no son imágenes neutrales, sino que reflejan el entorno político y las prácticas de la época, además de que ayudaron a fraguar las identidades nacionales.
En el continente americano, el paisajismo comenzó en el campo, mediante la observación directa y la realización de bosquejos. Impulsados por el deseo de retratar algunos de los sitios más remotos y distintivos del hemisferio, los pintores hicieron arduos recorridos para llegar a estos lejanos lugares. A menudo tomaron notas detalladas e hicieron dibujos a lo largo del camino, y así llenaron cuadernos de notas con sus observaciones de las plantas, los animales y la topografía.
Posteriormente, en su estudio, los artistas convirtieron sus bosquejos en ambiciosas composiciones pictóricas. El arte y la ciencia se entremezclaron a medida que la historia natural se recreó en obras sumamente detalladas que eran la interpretación de los lugares visitados por los artistas y no necesariamente representaciones exactas de los mismos
“Estas imágenes corresponden a un periodo de obliteración y colonización, y el mito del progreso humano a costa del pueblo indígena.”
– Hayden King, escritor y educador anishinaabe, 2015
Las obras de esta exposición abarcan desde principios del siglo XIX hasta principios del siglo XX, un periodo durante el cual los pueblos indígenas fueron sometidos a una intensa violencia y asimilación forzada. Muchas de estas pinturas de paisajismo carecen de personas, lo cual refuerza la noción de terra nullius, que sugiere que la tierra sin colonizar es un páramo intacto. En realidad, culturas y civilizaciones altamente sofisticadas de pueblos indígenas ya habían florecido en el continente americano durante miles de años.
Las pinturas que sí mostraban indígenas con frecuencia los dotaban de romanticismo y exotismo, con lo cual los imbuían de una narrativa imaginaria que promovía la expansión de los colonizadores. En última instancia, este momento histórico fue testigo de la apropiación a gran escala de tierras indígenas, la supresión de las lenguas y culturas indígenas y la muerte de muchos indígenas a causa de la violencia y las enfermedades.
Durante el mismo periodo, las naciones colonizadoras se enfrascaron en largas batallas y guerras a lo largo y ancho del continente americano con el fin de trazar fronteras políticas, muchas de las cuales siguen en disputa al día de hoy. Las pinturas que se exhiben aquí resaltan la naturaleza como el escenario de conflictos y conquistas.
Las espléndidas vistas de cascadas, montañas y llanuras revelan el placer psicológico y espiritual que ofrece la belleza natural del continente americano. Los artistas también crearon pinturas para lucir la abundancia de la tierra, promover el hemisferio como un lugar seguro y fértil para la inversión y la explotación; una tierra de abundancia. Enmarcadas por las ideas europeas sobre el uso y la propiedad de la tierra, las clases terratenientes se sintieron atraídas hacia estas obras y ayudaron a motivar la extracción de productos como las pieles, la madera y los metales y minerales preciosos, así como el establecimiento de cultivos agrícolas como azúcar, tabaco, café y algodón. El enorme esfuerzo de trabajar la tierra se retrata como algo fácil y romántico; hay pocas indicaciones del agotador trabajo de los esclavos en estas tranquilas escenas.
A principios del siglo XX, los paisajistas buscaban un nuevo lenguaje visual con el cual representar un mundo que cambiaba vertiginosamente. A medida que las ciudades crecían y el paisaje industrial emergía, los artistas usaron formas geométricas para retratar las fuerzas de la modernización, tales como los puertos, las fábricas, las granjas industriales y las centrales eléctricas.
A pesar de este cambio de estilo, muchas pinturas de paisajismo siguieron enfatizando la belleza y la vivencia directa de la naturaleza. Las ideas de progreso tenían como contrapeso las obras en las que los artistas reafirmaban las realidades rurales y naturales de sus regiones específicas. Otros pintores buscaron experiencias solitarias y remotas para lograr una conexión genuina o espiritual con la naturaleza.
A principios del siglo XX, los pintores del continente americano comenzaron a hacer énfasis en sus respuestas individuales a la naturaleza y la belleza de la tierra. Pintaron lugares que conocían y entendían bien y expresaron un profundo sentido de pertenencia a través de su arte. En la búsqueda de la verdad esencial del ser mediante la pintura, muchos artistas les dieron prioridad a sus propios recuerdos y experiencias vividas, por sobre los detalles observables. Sus visiones únicas, expresadas en el lenguaje osado y simplificado del arte modernista, con el tiempo llegaron a representar el espíritu de las naciones que pintaron.